David Hume Probó Que Los Milagros Son Imposibles o No Suceden?

Pablo considera por qué la razón no apoya la afirmación de que la experiencia demuestra que los milagros no suceden o no pueden suceder.

Texto - Publicación: Diciembre 27, 2020

Texto - Cambios o Revisiones: Enero 1, 2021

Audio - Publicación: Diciembre 27, 2020

Video - Publicación: Diciembre 27, 2020

Autor(es)/Autora(s): Paul Larson

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En 1739, el filósofo empírico escocés David Hume publicó su obra, A Treatise of Human Nature (Tratado de la naturaleza humana), a la que siguió más tarde su obra de 1748, An Enquiry Concerning Human Understanding (Una investigación sobre la comprensión humana). La sección diez de la Investigación de Hume es "Sobre los Milagros". Es uno de los pasajes más famosos de toda la filosofía. En esa sección, Hume presenta varios argumentos que, si tienen éxito, socavarían la creencia cristiana en los milagros en general, y específicamente la creencia cristiana en la resurrección. Yo menciono a Hume y su objeción a los milagros no sólo porque Hume es muy popular, sino también porque Hume usa los tres enfoques principales que uno podría tratar de usar para argumentar en contra de la tradicional creencia cristiana en los milagros y la resurrección. Hume hace tres tipos básicos de afirmaciones o argumentos.

1. Los milagros no ocurren o no pueden ocurrir.
2. Incluso si los milagros ocurrieran, no estaríamos justificados en creer que ocurrieron.
3. Incluso si los milagros ocurrieran, e incluso si estuviésemos justificados en creer en la resurrección y en milagros, las afirmaciones de milagros de otras religiones anularían los milagros cristianos.

Esta tercera objeción es significativa, ya que el Cristianismo depende de la afirmación de que Jesús fue levantado de entre los muertos. Los milagros son usualmente interpretados como una validación de las afirmaciones de otras religiones, y también los Cristianos interpretan la resurrección como una validación de las afirmaciones que Jesús hizo. Pero si los milagros de ambas religiones ocurrieran realmente, y si las afirmaciones de esas religiones entraran en conflicto, entonces ya no estaríamos justificados en interpretar esos milagros como validaciones de las afirmaciones religiosas que se hicieron. En ese caso, los Cristianos se quedarían sin saber si las doctrinas cristianas sobre el cielo y el infierno y la vida después de la muerte y cómo ser salvos eran realmente verdaderas. A la luz de esa consideración, esta tercera objeción es importante de considerar.

Ya sea que alguien haya leído a Hume o no, estos son los tres tipos principales de objeciones que uno plantearía si estuviera tratando de argumentar en contra de la tradicional creencia cristiana en la resurrección y los milagros de Jesús. Así que, incluso si nunca encuentras a alguien que haya leído a Hume, es posible que ya hayas pensado en una de estas objeciones, o que hayas encontrado a alguien que se opuso al Cristianismo sobre la base de una de estas consideraciones. Por lo tanto, vale la pena pensar en ello. ¿Tienen éxito estas objeciones? ¿Son racionales los Cristianos cuando creen en los milagros y la resurrección de Jesús? ¿Están haciendo la vista gorda ante la búsqueda honesta de la verdad? No hay tiempo en este video para considerar las tres objeciones, así que por ahora, echemos un vistazo a una de las objeciones de Hume, y consideremos qué mérito tiene o no tiene. Consideremos la afirmación de que los milagros no ocurren o no pueden ocurrir.

Esto es lo que David Hume tiene que decir al respecto:

Un milagro es una violación de las leyes de la naturaleza; y como una experiencia firme e inalterable ha establecido estas leyes, la prueba contra un milagro, desde la misma naturaleza del hecho, es tan completa como cualquier argumento de la experiencia puede ser imaginado. ... Nada se considera un milagro, si alguna vez ocurre en el curso común de la naturaleza. No es un milagro que un hombre, aparentemente en buen estado de salud, muera de repente, porque se ha observado con frecuencia que este tipo de muerte, aunque más inusual que cualquier otra, se ha visto con frecuencia. Pero es un milagro que un hombre muerto cobre vida, porque eso nunca se ha observado en ninguna época ni en ningún país. Por lo tanto, debe haber una experiencia uniforme contra cada evento milagroso, de lo contrario el evento no merecería esa denominación. Y como una experiencia uniforme equivale a una prueba, aquí hay una prueba directa y completa, de la naturaleza del hecho, contra la existencia de cualquier milagro; ni tal prueba puede ser destruida, o el milagro hecho creíble, sino por una prueba opuesta, que es superior.

¿Qué debemos hacer con esta objeción de David Hume? Para darte una visión general de lo que voy a decir, tengo cuatro críticas que hacer a lo que Hume dice aquí:

1. La afirmación de Hume es tautológica y asume la conclusión al principio.
2. Hume hace una ecuación injustificable de descripción con prescripción.
3. Hume hace una dicotomía innecesaria y forzada entre la ocurrencia rara y regular de naturaleza.
4. Hume es inconsistente en aceptar el testimonio de otros sobre personas muertas que permanecen muertas pero no acepta el testimonio de aquellos que afirman que vieron a alguien vivo de entre los muertos.

Esas son mis críticas a Hume. Así que vamos dar un vistazo a ellos.

Lo primero que se puede decir es que la afirmación de Hume es tautológica y asume su conclusión al principio. Hume básicamente afirma que los milagros no ocurren porque la experiencia uniforme es contra la ocurrencia de milagros, pero asumir que la experiencia uniforme es contra la ocurrencia de milagros es simplemente asumir que los milagros no han ocurrido. Hume asume que su conclusión es cierta al principio, y así hace que su afirmación se reduzca a la mera tautología de que los milagros no ocurren porque los milagros no ocurren. Esto, por supuesto, no es un argumento, sino una mera afirmación.

Para ver su naturaleza tautológica, consideremos la afirmación de Hume "de que nunca se ha observado en ninguna época ni en ningún país" "que un hombre muerto debe volver a la vida". Pero ese es el punto en cuestión. Hume sólo puede decir eso si asume que Jesús no se levantó. Y luego continúa diciendo que "como una experiencia uniforme equivale a una prueba, aquí hay una prueba directa y completa contra la existencia de cualquier milagro...". Así que al principio asume que ningún hombre ha resucitado de entre los muertos, luego se da la vuelta y dice que este supuesto hecho de que ningún hombre ha resucitado de entre los muertos prueba que ningún hombre ha resucitado de entre los muertos. Si alguna vez has querido probar que algunas de las mentes más célebres de la historia de la humanidad pueden ser conducidas a la locura por su aversión a la verdad, este es un buen ejemplo de eso.

En segundo lugar, Hume hace una ecuación injustificable de descripción con prescripción. Es decir, Hume asume que debido a que algo en la naturaleza ha sucedido repetidamente de cierta manera, por lo tanto debe suceder de esa manera. Esto por supuesto no tiene sentido, y quizás la mejor persona para refutar lo que David Hume dice aquí es un famoso filósofo llamado David Hume. Así es. Los escritos de David Hume socavan lo que Hume dice en su sección sobre milagros. Tanto en su Tratado de la Naturaleza Humana de 1739 como en su Investigación sobre la Comprensión Humana de 1748 (que es la misma obra que tiene su sección sobre milagros), la propia escritura de Hume socava lo que dice en su sección sobre milagros. Anteriormente en la investigación, Hume considera el problema de la inducción, que es el problema de cómo se justificaría pasar de un número limitado de observaciones de un tipo de evento o suceso a una generalización amplia sobre todos los eventos o sucesos de ese tipo.

Ese es precisamente el problema que tenemos en el caso de los milagros. Si yo sólo he observado un número limitado de casos en los que los hombres muertos no se levantan de entre los muertos, ¿sobre qué base yo estaría justificado concluir que un hombre muerto no se levantó en todos los demás casos que no he observado? O ¿cómo podría concluir de la observación de que un milagro no ocurrió en un pequeño número de experiencias que un milagro nunca ocurriría entre todas las experiencias de todas las personas vivas en el planeta, por no hablar de todas las experiencias de las personas en toda la historia del planeta?

Ahora bien, como respuesta a esto, Hume dice en la sección 4.2.18 de la Investigación que

'no implica contradicción que el curso de la naturaleza pueda cambiar, y que un objeto aparentemente como los que hemos experimentado, pueda ser atendido con efectos diferentes o contrarios.'

En su Tratado, Hume concluye que:

'Por lo tanto, no sólo nuestra razón nos falla en el descubrimiento de la conexión última de causas y efectos, sino que incluso después de que la experiencia nos ha informado de su constante conjunción, es imposible que nos satisfagamos con nuestra razón, por lo que deberíamos extender esa experiencia más allá de aquellos casos particulares, que han caído bajo nuestra observación.' (T. 1.3.6.11/91–2)

Hume admite aquí que nuestra propia razón no justifica nuestra tendencia a decir que un evento es la causa de un segundo evento si vemos invariablemente que el segundo evento ocurre justo después del primero. Más adelante en el Tratado, Hume dice que:

Cuando la mente, por lo tanto, pasa de la idea o impresión de un objeto a la idea o creencia de otro, no se determina por la razón, sino por ciertos principios, que asocian las ideas de estos objetos y los unen en la imaginación. (T. 1.3.6.12)

Una vez más, la razón no justifica la conclusión de que, debido a que un segundo evento sigue a un primer evento constantemente, el segundo evento debe necesariamente seguir al primero. Todo esto contradice rotundamente la afirmación de Hume en su sección sobre los milagros de que "Un milagro es una violación de las leyes de la naturaleza; y como una experiencia firme e inalterable ha establecido estas leyes, la prueba contra un milagro, desde la misma naturaleza del hecho, es tan completa como cualquier argumento de la experiencia puede ser imaginado".

Hume destaca el problema de la inducción tanto en su Tratado como en la Investigación, y lo ignora completamente en su declaración aquí sobre los milagros. Así que, por un lado, David Hume afirma que la regularidad prueba que los milagros no pueden ocurrir (o al menos, no ocurren), y por otro lado, David Hume muestra que no tiene ninguna base en la razón para afirmar que la regularidad de la naturaleza prueba que los milagros no pueden ocurrir (o al menos, no ocurren).

Decir que los milagros no ocurren es injustificadamente malinterpretar nuestra experiencia regular de lo que realmente sucede con la noción de lo que debería suceder. La "ley científica" correctamente interpretada es simplemente una descripción de lo que normalmente experimentamos, pero Hume entonces salta de esta descripción a la afirmación de que esto es lo que debemos experimentar. No hay ninguna base para ello.

Podría incluso ser un tanto irónico dado que Hume es conocido en ética por la supuesta falacia naturalista, el problema de derivar un "deber" de un "ser". Si Hume afirma en el campo de la ética que alguién no puede derivar un "debe" de un "es", entonces ¿por qué Hume afirma que alguién puede derivar el "debe" de que la naturaleza siempre "debe" hacer algo de una manera meramente sobre la base del "es" que esta es la única manera en que uno lo ha visto suceder?

El periodista británico G. K. Chesteron expresa una evaluación más sensata de la regularidad de la naturaleza en el capítulo "La ética de la tierra de (los) elfos [o, duendes]" del libro Ortodoxia de Chesterton. La cita es bastante larga, ten paciencia conmigo, pero uno de los capítulos más grandes de toda la literatura inglesa merece que se escuche una gran parte de su contenido. Así que, si me permites, Chesterton dice lo siguiente:

Existen ciertas secuencias o desarrollos (casos de una cosa tras otra), que son, en el verdadero sentido de la palabra, razonables. Son, en el verdadero sentido de la palabra, necesarios. Son secuencias matemáticas y meramente lógicas. Nosotros en el mundo de las hadas (que somos las más razonables de todas las criaturas) admitimos esa razón y esa necesidad. Por ejemplo, si las Hermanastras feas son mayores que Cenicienta, es (en un sentido de hierro y horrible) NECESARIO que Cenicienta sea más joven que las Hermanastras feas. No hay forma de salir de esto. Haeckel puede hablar tanto de este hecho como quiera: realmente debe serlo. Si Jack es el hijo de un molinero, un molinero es el padre de Jack. La fría razón lo decreta desde su horrible trono: y nosotros en el país de las hadas nos sometemos. Si los tres hermanos montan a caballo, hay seis animales y dieciocho patas involucradas: eso es verdadero racionalismo, y el mundo de las hadas está lleno de ello. Pero cuando puse mi cabeza sobre el seto de los elfos y empecé a fijarme en el mundo natural, observé algo extraordinario. Observé que los hombres eruditos en los espectáculos hablaban de las cosas reales que sucedían - el amanecer y la muerte y así sucesivamente - como si fueran racionales e inevitables. Hablaron como si el hecho de que los árboles den fruto fuera tan NECESARIO como el hecho de que dos y un árbol hacen tres. Pero no lo es. Hay una enorme diferencia en la prueba del país de las hadas, que es la prueba de la imaginación. No puedes IMAGINAR que dos y uno no hace tres. Pero es fácil imaginarse árboles que no producen frutos; puedes imaginarte que crecen candeleros de oro o tigres que cuelgan de la cola. Estos hombres con gafas hablaban mucho de un hombre llamado Newton, que fue golpeado por una manzana, y que descubrió una ley. Pero no pudieron ver la distinción entre una verdadera ley, una ley de la razón, y el mero hecho de que las manzanas caigan. Si la manzana golpea la nariz de Newton, la nariz de Newton golpea la manzana. Es una verdadera necesidad: porque no podemos concebir que lo uno ocurra sin lo otro. Pero podemos concebir muy bien que la manzana no caiga sobre su nariz; podemos imaginarla volando ardientemente por el aire para golpear alguna otra nariz, de la cual tenía una aversión más definida. Siempre hemos mantenido en nuestros cuentos de hadas esta aguda distinción entre la ciencia de las relaciones mentales, en la que realmente hay leyes, y la ciencia de los hechos físicos, en la que no hay leyes, sino sólo extrañas repeticiones. Creemos en los milagros corporales, pero no en las imposibilidades mentales. Creemos que un tallo de frijol subió al cielo; pero eso no confunde en absoluto nuestras convicciones sobre la cuestión filosófica de cuántos frijoles hacen cinco.

He aquí la peculiar perfección del tono y la verdad en los cuentos infantiles. El hombre de ciencia dice: "Corta el tallo y la manzana caerá"; pero lo dice con calma, como si una idea llevara realmente a la otra. La bruja en el cuento de hadas dice: "Toca el cuerno y el castillo del ogro caerá"; pero no lo dice como si fuera algo en lo que el efecto obviamente surgió de la causa. Sin duda ha dado consejos a muchos campeones, y ha visto caer muchos castillos, pero no pierde ni su asombro ni su razón. Ella no enreda su cabeza hasta que imagina una conexión mental necesaria entre un cuerno y una torre que cae. Pero los científicos confunden sus cabezas, hasta que se imaginan una conexión mental necesaria entre una manzana que sale del árbol y una manzana que llega al suelo. Hablan realmente como si hubieran encontrado no sólo un conjunto de hechos maravillosos, sino una verdad que conecta esos hechos. Hablan como si la conexión de dos cosas extrañas los conectara físicamente y filosóficamente. Sienten que, porque una cosa incomprensible sigue constantemente a otra cosa incomprensible, los dos juntos de alguna manera forman una cosa comprensible. Dos acertijos negros dan una respuesta blanca.

En el país de las hadas evitamos la palabra "ley"; pero en el país de la ciencia se sienten singularmente atraídos por ella. Así que ellos llamarán a una conjetura interesante acerca de cómo la gente olvidada pronunciaba el alfabeto, la Ley de Grimm. Pero la Ley de Grimm es mucho menos intelectual que los Cuentos de Hadas de Grimm. Los cuentos son, en cualquier caso, ciertamente cuentos; mientras que la ley no es una ley. Una ley implica que conocemos la naturaleza de la generalización y la promulgación; no sólo que hemos notado algunos de los efectos. Si existe una ley que obliga a los carteristas a ir a la cárcel, esto implica que existe una conexión mental imaginable entre la idea de la prisión y la idea de robar carteras. Y sabemos cuál es la idea. Podemos decir por qué le quitamos la ['su' en el video] libertad de un hombre que toma libertades. Pero no podemos decir por qué un huevo puede convertirse en una gallina más de lo que podemos decir por qué un oso puede convertirse en un príncipe hada. Como IDEAS, el huevo y la gallina están más alejados el uno del otro que el oso y el príncipe; pues ningún huevo en sí mismo sugiere una gallina, mientras que algunos príncipes sí sugieren osos. Garantizado, entonces, que ciertas transformaciones ocurren, es esencial que las consideremos en la manera filosófica de los cuentos de hadas, no en la manera no filosófica de la ciencia y las "Leyes de la Naturaleza". Cuando se nos pregunta por qué los huevos se convierten en pájaros o frutas caen en otoño, debemos responder exactamente como el hada madrina respondería si Cenicienta le preguntara por qué los ratones se volvieron caballos o su ropa se cayó a las doce en punto. Debemos responder que es MAGIA. No es una "ley", pues no entendemos su fórmula general. No es una necesidad, porque aunque podemos contar con que ocurra en la práctica, no tenemos derecho a decir que siempre debe ocurrir. No es un argumento a favor de una ley inalterable (como suponía Huxley) que contemos con el curso ordinario de las cosas. No contamos con ello; apostamos por ello. Nos arriesgamos a la remota posibilidad de un milagro como lo hacemos con un panqueque envenenado o con un cometa que destruye el mundo. No lo tenemos en cuenta, no porque sea un milagro y, por tanto, una imposibilidad, sino porque es un milagro y, por tanto, una excepción. Todos los términos utilizados en los libros de ciencias, "ley", "necesidad", "orden", "tendencia", etc., realmente no son intelectuales, porque asumen una síntesis interna que no poseemos. Las únicas palabras que me satisfacen como descripción de la naturaleza son los términos usados en los libros de hadas, "encanto", "hechizo", "encantamiento". Expresan la arbitrariedad del hecho y su misterio. Un árbol da frutos porque es un árbol MÁGICO. El agua corre cuesta abajo porque está embrujada. El sol brilla porque está embrujado.

Niego completamente que esto sea fantástico o incluso místico. Podemos tener algo de misticismo más adelante; pero este lenguaje de cuento de hadas sobre las cosas es simplemente racional y agnóstico. Es la única forma en que puedo expresar con palabras mi clara y definida percepción de que una cosa es muy distinta de otra; que no existe una conexión lógica entre volar y poner huevos. Es el hombre que habla de "una ley" que nunca ha visto, quien es el místico. No, el científico ordinario es estrictamente un sentimentalista. Es un sentimentalista en este sentido esencial, que está empapado y arrastrado por meras asociaciones. Con tanta frecuencia ha visto aves volando y poniendo huevos que siente como si hubiera una conexión tierna y de ensueño entre las dos ideas, mientras que no hay ninguna. Un amante desamparado podría ser incapaz de disociar la luna del amor perdido; así el materialista es incapaz de disociar la luna de la marea. En ambos casos no hay conexión, excepto que uno los ha visto juntos. Un sentimentalista puede derramar lágrimas por el olor de la flor del manzano, porque, por una oscura asociación propia, le recuerda su infancia. Así que el profesor materialista (aunque oculta sus lágrimas) es todavía un sentimentalista, porque, por una oscura asociación propia, las flores del manzano le recuerdan a las manzanas. Pero el fresco racionalista de la tierra de las hadas no ve por qué, en abstracto, el manzano no debería dar tulipanes carmesí; a veces lo hace en su país.

Esta maravilla elemental, sin embargo, no es una mera fantasía derivada de los cuentos de hadas; por el contrario, todo el fuego de los cuentos de hadas se deriva de esto. Así como a todos nos gustan los cuentos de amor porque hay un instinto de sexo, a todos nos gustan los cuentos de hadas porque tocan el nervio del antiguo instinto del asombro. Lo demuestra el hecho de que cuando somos niños muy pequeños no necesitamos cuentos de hadas: sólo necesitamos cuentos. La mera vida ya es bastante interesante. Un niño de siete años se entusiasma al saber que Tommy abrió una puerta y vio un dragón. Pero a un niño de tres años le entusiasma que le digan que Tommy abrió una puerta. A los niños les gustan los cuentos románticos, pero a los bebés les gustan los cuentos realistas, porque los encuentran románticos. De hecho, un bebé es la única persona, creo yo, a quien se le podría leer una novela realista moderna sin aburrirlo. Esto demuestra que incluso los cuentos infantiles sólo se hacen eco de un salto de interés y asombro casi prenatal. Estas historias dicen que las manzanas eran doradas sólo para refrescar el momento olvidado en que nos dimos cuenta de que eran verdes. Hacen correr los ríos con vino sólo para hacernos recordar, por un momento, que corren con agua. He dicho que esto es totalmente razonable e incluso agnóstico. Y de hecho, en este punto estoy a favor del agnosticismo superior;

Bien dicho Chesterton, y espero que veas por qué Chesterton es considerado uno de los más grandes escritores de la literatura inglesa.

Pasemos a una tercera crítica de la afirmación de Hume de una prueba contra los milagros: Hume plantea una dicotomía innecesaria y forzada entre lo raro y lo regular de la naturaleza. William Paley fue un apologista Cristiano de los siglos XVIII y principios del XIX que consideró el tema de las afirmaciones de milagros en otras religiones en su obra Evidencias del Cristianismo. En esa obra, Paley comenta que

"La fuerza de la experiencia como objeción a los milagros se fundamenta en la presunción, ya sea de que el curso de la naturaleza es invariable, o que, si alguna vez se varía, las variaciones serán frecuentes y generales. ¿Se ha demostrado la necesidad de esta alternativa?"

Para responder a Paley, no, la necesidad de esa alternativa nunca ha sido probada o demostrada. De hecho, la insistencia de Hume en que el curso de la naturaleza sea invariable, o que las variaciones sean frecuentes y generales, es una manera indirecta de descartar la posibilidad de la religión cristiana sin siquiera tener que considerar la evidencia del Cristianismo. En la cosmovisión cristiana, tenemos un Dios, y Dios Padre envía a Dios hijo para ser encontrado como un hombre y morir en lugar de los pecadores. Este hijo realiza grandes milagros y eventualmente se levanta de entre los muertos para validar su enseñanza y predicación para que la humanidad pueda saber que lo que dice es verdad. Si este divino hijo no hiciera milagros ni resucitara de entre los muertos, no tendríamos muchas más razones para confiar en él que en muchos otras personas religiosos que afirmaban conocer la verdad sobre muchas de las cuestiones más importantes de la vida.

Así que el propósito mismo de los milagros que Dios Padre haría en y a través del hijo requiere que esos milagros sean muy raros. Pero si comienzas tu búsqueda de la verdad diciendo que todos los milagros deben ser frecuentes y generales, has hecho imposible ser justificado en creer en el Cristianismo antes de que haber examinado incluso una pizca de evidencia, porque el Cristianismo requiere milagros que son muy raros. Eso no es una búsqueda de la verdad. Eso es apilar la baraja de cartas contra la visión Cristiana del mundo por una suposición inicial injustificada.

La cuarta y última crítica a Hume es que él es inconsistente al aceptar el testimonio de otros que no observaron milagros pero no aceptaron el testimonio de aquellos que afirman que sí vieron un milagro. En particular, Hume sería inconsistente si aceptara el testimonio de personas que observan que los muertos permanecen muertos, pero excluye el testimonio de personas que observan que un hombre muerto vuelve a la vida. Si un escéptico acepta lo que otras personas han dicho con respecto a personas que no se levantaron de entre los muertos, entonces está aceptando el testimonio histórico de otros para reforzar su caso, pero si pueden aceptar el testimonio histórico de otros para reforzar su caso, no pueden ser consistentes en aceptar ese testimonio negativo y sin embargo no aceptar el testimonio histórico positivo de personas que afirmaron que ellas vieron a una persona viva después de verla muerto.

Esto refleja un problema más general que afecta a todos los seres humanos que utilizan afirmaciones sobre la ciencia para tratar de argumentar en contra de las afirmaciones de milagros. La mayor parte del llamado conocimiento científico que hemos recibido ha sido por el testimonio de otras personas. La mayoría de nosotros nunca hemos realizado los experimentos sobre los que se construyen muchas teorías científicas. Leemos sobre la teoría científica. Creemos que la teoría tiene sentido. Vemos que muchas otras personas afirman creer en la teoría, y simplemente aceptamos que los datos y los experimentos científicos apoyarían lo que leemos sin que nosotros mismos vayamos y hagamos los experimentos. Nuestro llamado conocimiento científico depende en gran medida de la aceptación del testimonio de los demás. En la medida en que así sea, mientras afirmemos que sabemos ciertas cosas sobre el mundo físico externo gracias al testimonio de otros, seríamos incoherentes si adoptáramos una máxima a priori al principio de que ni siquiera consideraremos el testimonio de personas que afirman haber visto un milagro, o que afirman que vieron a un hombre vivo después de haberlo visto muerto.

Entonces, ¿David Hume demostró que los milagros son imposibles o que no ocurren? De hecho, no. El pensamiento de Hume está sujeto a cuatro críticas:

1. La afirmación de Hume es tautológica y asume la conclusión al principio.
2. Hume hace una ecuación injustificable de descripción con prescripción.
3. Hume hace una dicotomía innecesaria y forzada entre lo raro y lo regular de la naturaleza.
4. Hume es inconsistente en aceptar el testimonio de otros sobre personas muertas que permanecen muertas pero no aceptar el testimonio de aquellos que afirman que vieron a alguien vivo después de haberlo visto muerto.

Además de eso, el escrito de David Hume en otra parte incluso está de acuerdo en que no hay razón para concluir que el curso regular de la naturaleza pruebe que la naturaleza no puede ser alterada. Y si el curso regular de la naturaleza puede ser alterado, entonces un milagro es posible.

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